lunes, 3 de diciembre de 2007

Sin ponerme medallas

Un amigo, que se autoproclama Naveganterojo, me ha dejado un comentario, en el otro blog, asombrándose al leer unos datos que he escrito referentes a la mecánica del coche.
La verdad es que puedo hablar con bastante propiedad de muchas cosas, pues a lo largo de mi extensa vida laboral he realizado trabajos muy diversos.
En las ocasiones en que he tenido que hacer un C.V. para solicitar algún empleo, me las he visto y deseado para escribirlo.
¿Como justificar el tiempo que hay entre dos empleos del mismo oficio?.
No es fácil, te lo aseguro, sobre todo si puedes demostrar que no has parado de trabajar.
En la primera entrada ya conté algo acerca de mis dos primeros empleos.
El de dependienta me duró algunos años más, en distintas tiendas, pues tras los almacenes estuve en una tienda de bolsos y después en una muy divertida, pues vendían juguetes y ropa interior femenina en la misma tienda.
Pero entre una y otra estuve trabajando de ayudante de cocina, camarera, chica para todo, (esa última ha sido mi ocupación más habitual), en un restaurante de la costa brava, durante una temporada de verano, que para ellos va de marzo a septiembre.
Y antes de irme a la costa estuve trabajando de modista, un par de meses, en una fábrica de "alta costura, pero menos". ¡Vaya! que era un quiero y no puedo.
De la tienda divertida pasé al mercado, en una parada de fruta y de ahí a niñera, cocinera, limpiadora, chica para todo, (por este orden pues lo mismo les hacía la comida que les arreglaba un juguete roto), en una casa particular con 4 niños pequeños.
Y volví a una tienda de ropa.
¿Como convences a la dueña de la tienda de que eres una buena dependienta?
Quizás por eso me puso a limpiar el almacén con la excusa de que así aprendía donde estaba todo, hasta que, al final de la semana, le dije que yo era dependienta y que si quería una mujer de la limpieza que se buscara a otra y me largué. Creo que ha sido el empleo que me ha durado menos de todos los que he tenido.
Pero yo lo que he querido siempre ha sido ser lo que ahora ¡por fin! soy. Electricista.
El problema es que hace 40 años las mujeres no trabajaban en estos empleos, así que fui salpicando todo este currículum con arreglos e instalaciones varias, a familiares y amigos que confiaban en mi, con lo que podría decirse que simultaneaba el trabajo de electricista con todos los demás, además del de modista, pues siempre había quien me pedía que le arreglara algo, o le hiciera un vestido, o algo parecido.
Tras varios escarceos de este estilo, entré a trabajar en una portería, lo que me permitía, no solo criar a mis hijas mientras trabajaba, sinó seguir haciendo arreglos de varios tipos.
En aquel tiempo salía más barato hacerse uno mismo la ropa que comprarla hecha, sobre todo si era algo de calidad, por lo que, gracias a mi experiencia en el tema, no tan solo confeccionaba la ropa de mis hijas y la mia, sinó que también lo hacía para varias amigas y sus hijas.
Incluso diseñé algún que otro modelo, incluidos los vestidos que llevaron mis hijas el día de la comunión, que aunque no estoy por la religión, ellas se empeñaron en hacer, pues todas sus amigas la hacían.
Con la llegada de los socialistas al poder, subieron los sueldos de las porteras, que ganábamos 10.000 miserables pelas al mes, por una cifra más acorde al nivel de vida, pero ello conllevó la subida de los precios de los alquileres, con lo que escaleras como la que yo cuidaba, con solo 4 vecinos, decidieron prescindir de nuestros servicios.
Y ¡hale! a buscarme la vida de nuevo.
Representante, agente de círculo de lectores, cocinera, encuestadora, y un largo etcétera de empleos, a cual más dispar, me ayudaron a sobrevivir hasta mediados de los 90 en que un cáncer me obligó a dejarlos todos.
Tras la operación y el tratamiento, que afortunadamente no incluyó quimio, mi hermano, que trabajaba por su cuenta haciendo instalaciones, me dijo si quería trabajar con él.
No me lo pensé dos veces y acepté su oferta.
Y aquí empieza otro rosario de trabajos relacionados con las reformas.
Carpintería, albañilería, fontanería y electricidad, a nada decíamos que no.
Nuestra máxima era: Si cualquier zopenco puede hacerlo, nosotros también y mejor si nos lo proponemos.
Hace 8 años decidí que uno de los dos necesitaba sacarse el carnet de instalador, pues cada vez era más complicado encontrar quien nos firmara los boletines. La gente se jubila, se va...
Y me apunté a una academia con ese fin, con la suerte de que en el mismo cursillo estaba quien ahora es nuestro jefe, que necesitaba instaladores con urgencia.
En el taller he pasado de simple instaladora a cuadrista industrial. Y aunque el sueldo no da para demasiadas alegrías, estoy a gusto en él y conmigo misma.
¡Espero que sea el último!

2 comentarios:

m.eugènia creus-piqué dijo...

Eulaia,ets un crack.vaja manetes de plata que tens ,ets tota una mujer para todo.Podries escriure un llibre amb la teva historia,jo em pensaba que m'habían passat coses a la vida,pero em sembla que tu em guanyes pero de lluny.una abraçada.

Eulalia dijo...

Mª Eugenia:
Celebro que hagis pogut deixat el comentari. Petonets y gracies.