martes, 1 de enero de 2008

La informática y yo (capítulo 4) Spaces

Cuando ya llevaba un tiempo en habbo conocí a Thasko, el poeta vasco del que hablo en la otra entrada.

Fue un "flechazo", aunque no de amor, sinó de empatía.

A las pocas palabras empezamos a escribirnos muestras de los poemas que conocíamos o que habíamos escrito. Los amigos que estaban con nosotros en la misma sala, recuerdo que dijeron, "Mira, ni se enteran de lo que decimos".

Este toma y daca nos llevó a pensar en la manera en que podíamos dar a conocer los poemas a los demás y él, que está en un grupo de msn dedicado a la literatura, me apuntó a mi al grupo para que pudiera colgar allí los mios.

Pero había un problema: Tan solo pueden entrar los miembros registrados, con lo que el resto de amigos se quedaban sin poder leerlos.

Eso me llevó a crear una sala dedicada a la poesía: "El rincón de los poetas" que puedes ver aquí. Allí, con post-it pegados a las paredes, que pueden pincharse para ser leidos, fui colgándolos, pero había otro problema: a causa del código de conducta de Habbo, algunas palabras, o la unión de ellas, están prohibidas, así que era muy difícil escribirlos tal cual los había creado.

De todas formas, durante algún tiempo me las compuse para hacerlo. Algunos eran (son) tan largos que en un solo post-it no caben, así que los escribí uniendo varios de ellos.

A los pocos días encontré, al final de uno de ellos, en una zona que había quedado vacía, un poema de otra persona, con lo que pegué unos cuantos en blanco para que los demás pudiesen dar rienda suelta a su imaginación.

Me contaron que se habían organizado allí lecturas de poemas cuando yo no estaba y que la sala era muy frecuentada por personas de toda edad para esas reuniones.

Incluso, un día, Txasko, me dedicó un poema.

Fue sorprendente.

Y me emocionó mucho.

Ese día, entré en la sala y la encontré prácticamente recubierta de rosas. Ramos como esos que se ven en la imagen, cubrían toda la zona vacía del centro. (Luego los distribuí por las demás salas, pues no dejaban espacio para entrar).

Y en la pared estaba colgado ese poema.

Pero subsistía el problema del código y, además, el tamaño de las letras dificultaba bastante su lectura. No sabía qué hacer hasta que un día pinché en un botoncito que había en la ventana de inicio de sesión de messenger, que ponía algo así "crea tu espacio".

Esta acción fue el inicio de mi aventura en los blogs.

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